En base a todo esto las conclusiones son claras: nos enfrentamos a un rubro cuyos protagonistas son gente sencilla, luchadora y que por sobre todo ama lo que hace. Las abejas pueden picar muy duro y los apicultores están ahí dispuestos a cuidarlas día a día.
Nadie tiene más claro que ellos la importancia que tiene este insecto para el ambiente y la producción de los cultivos que alimentan al mundo. En ese sentido, es la sociedad la que tiene una deuda con ellos.
En Latinoamérica falta desarrollo, transferencia tecnológica y conocimientos que los apicultores están ansiosos de recibir, faltan políticas públicas que orienten sus prácticas de manejo con una visión país para incrementar los beneficios de todos los actores de la cadena apícola.
Alguna vez me preguntaron ¿hay algún país dónde no exista esta deuda con los apicultores? Cuba, respondí, sin dudarlo ni un segundo. Porque nadie —esté o no de acuerdo con su sistema social— puede negar que este país se ha consolidado como un ejemplo en este rubro para todo Latinoamérica y, me atrevo a decir sin temor a equivocarme, también para el mundo.
Marcando pauta
Cuba tiene una apicultura que, si bien es privada, es organizada por una empresa estatal, con una visión país, basada en la ciencia.
El resultado son productos apícolas inocuos, trazables y con una calidad que les permite exportar 10.000 toneladas anuales a la Unión Europea. Gracias a esto, Cuba cuenta con apicultores comprometidos, con ingresos proporcionales a sus excelentes producciones y, por sobre todo, felices de trabajar con la Empresa Apícola Cubana APICUBA.
En este sentido, la isla nos marca las pautas de lo que es hacer bien el trabajo. No es casualidad que sea una experta cubana la que guía el proyecto Salud Apícola 2020 LatAm y que la capacitación recibida por parte de los miembros del equipo, incluyéndome, haya sido en este país.
El proceso no es fácil. Quienes estamos inmersos y amamos este rubro sabemos que hay que cambiar mentes y mover voluntades, sobre todo políticas, pero vamos avanzando. Tener como ejemplo un país donde se han hecho bien las cosas nos ayuda a no bajar los brazos y mirar al futuro con optimismo, visualizar que sí se puede cambiar y tener una apicultura organizada.
Agradezco a todos los maestros que nos recibieron en Cuba, a los especialistas, al personal de APICUBA y a los apicultores matanzeros, que estuvieron dispuestos a compartir conocimientos, alegría, hospitalidad y, sobre todo, las ganas de mostrar al mundo un trabajo bien hecho, con el que logran el orgullo de producir 100 kg de miel por colmena al año.

Médico veterinario- Extensionista
Investigadora Salud Apícola 2020 LatAm